Las primeras competiciones fueron entre ciudades, o bien, en ocasiones, en cuestas pronunciadas. Pero, ¿cuándo se disputó la primera carrera en circuito? Puede que fue el 24 de septiembre de 1899, es decir hace justo hoy 120 años.

Es cierto, hubo carreras anteriores. Por lo general, de punto a punto, entre dos ciudades y quizás alguna en grandes circuitos de carretera de varias decenas de kilómetros, pero en lo que se refiere a una carrera al sprint en un trazado corto, tal como entendemos hoy un circuito, posiblemente la primera es la que se organizó en el marco de las actividades deportivas con motivo de la Fiesta de la Merced en Barcelona en 1899.

El escenario seleccionado fue el Parque de la Ciudadela de Barcelona, un recinto emblemático donde hoy, además de la zona de parque  –con lugares tan famosos como la monumental cascada, con su correspondiente estanque, o la fuente de la Dama del Paraguas– está el Parlament de Catalunya y el zoo. Un parque que albergó en su momento diversos museos y edificios dedicados a la ciencia.

Me atrevería a decir que el impulsor de la prueba fue Francisco S. Abadal, el que luego sería constructor de automóviles con su nombre. Su padre tenía un taller de bicicletas, así que no debe extrañarnos que él fuera consumado ciclista, uno de los primeros y mejores profesionales de la época.

Francisco S. Abadal, nacido en Manresa pero que vivió en Barcelona desde pequeño, era muy conocido y popular en Barcelona. Ya al frente del taller de bicicletas familiar, decidió ampliar el negocio abriéndolo a la incipiente motorización, asumiendo la tarea de representar a Clement, una marca de motocicletas –o motociclos, como se llamaban entonces a estos vehíclos, la mayor parte de tres ruedas– y automóviles de las más prestigiosas en el momento.

Abadal era miembro destacado del Men’s Club Sports. La entidad reunía a la élite de deportistas de la época, muchos de ellos de familias acaudaladas. El club organizaba regularmente carreras atléticas y de bicicletas –incluidas bicicletas tándem– en el Parque de la Ciudadela, aprovechando las vías de paseo existentes.

No es de extrañar que, dado su entusiasmo por la motorización, Abadal convenciera a sus amigos del club a abrir la reunión de La Merced a los automóviles y las motos, conducidos por sus flamantes propietarios o chófers –el término ‘piloto’ no existía todavía–. De hecho, ya había constancia de algunos piques en el Paseo San Juan –un gran y amplio paseo que precisamente arranca del Parque de la Ciudadela– y retos para subir a la Rabassada entre las gentes de la alta sociedad.

Las carreras de motociclos y coches se disputaron en una versión más larga del circuito. Al menos eso es lo que se interpreta de una nota de la previa aparecida en el semanario Los Deportes, donde se cita que los vehículos a motor pasarán por detrás del Museo de Reproducciones, lo que hace pensar que podría tratarse de un recorrido algo diferente.

 

Abadal, tras ganar la prueba de bicicletas para profesionales y la de tándems, se aprestó a correr con una moto Clement, frente a las Phebus de Sanromá –otro hombre mítico del ciclismo de la época– y Daniel; de los seis inscritos iniciales, sólo ellos se presentaron a la salida; no hay constancia de si los tres forfait lo fueron por avería en las pruebas que completaron en los días previos –por su cuenta, claro– o por incidentes.

El más rápido era Abadal, pero tras las seis vueltas le descalificaron. Sanromá se retiró tras la cuarta vuelta al explicar que la indicación errónea de un comisario le había hecho recortar parte del circuito. Al parecer, Abadal fue asimismo víctima del mismo error y excluido, por lo que declararon a Daniel ganador.

Entre los coches, que debían dar cuatro vueltas, sólo participaron cuatro de los siete inscritos. Todos los automóviles eran Benz, pero de diversos modelos y motorizaciones y los intrépidos chófers eran los señores Baixeras, Stahel, Prieto y Fradera.

Fradera, que disponía del más potente de los modelos Benz, un tres asientos de cinco caballos de potencia, resultó ganador, pese a sufrir un vuelco en los primeros giros. Pero, con la ayuda del público, pudo poner el coche en situación y continuar para ganar de forma holgada, pues le llevó 27’50» completar los ocho giros. Fradera superó a Prieto –con un dos asientos de 3,5 caballos de potencia– y a Stahel, con el mismo coche. El cronista de Los Deportes explicaba que el tiempo del ganador fue «algo mayor del que cabía emplear en los virajes en ángulo recto de las alamedas del Parque. De todos modos, ambas carreras –se supone que la de coches y la de motos– gustaron y esperamos que las sucesivas lo hagan más a medida que los corredores vayan practicando más el manejo de estas máquinas y con previsión de que se presenten a las luchas con sus motores sin defecto alguno en su funcionamiento».

 

 

 

Las crónicas de la época son bien distintas a las actuales, nos parecerían ahora ridículas y casi serviles a la gloria de la alta sociedad. Hay pocos detalles de la carrera en sí, salvo el resultado, pero se cita a las autoridades y, sobre todo, a los mecenas que hicieron posible la prueba. Por ejemplo, el señor Emilio de la Cuadra donó nada menos que 100 pesetas –una fortuna en la época– y el Círculo Ecuestre, otras tantas, mientras que otros lo hicieron con 50 pesetas, incluida la Vaquería del Parque, establecimiento donde se celebró la comida de reparto de premios. Es más, de cara a esta reunión deportiva, en Los Deportes se censuró la actitud del Sr. Wertheim, el único relacionado con el mundo de la bicicleta, que no quiso contribuir monetariamente al evento.

Y como se supone que los participantes eran personas acaudalas, los premios –a excepción de las profesionales de la bicicleta– eran obras de arte cuya procedencia o donación merecía asimismo la loa por escrito.

Por cierto, Emilio La Cuadra, militar y empresario de Sueca, acababa de fundar, un año antes, la marca de automóviles que llevaba su nombre, ya que su amigo Francesc Bonet había conseguido en 1984 la exclusiva para fabricar vehículos a motor de gasolina. Ambos habían viajado junto a la Exposición Universal de París diez años antes –1889, es decir hace 130 años– y regresaron fascinados por el automóvil.

Para darnos cuenta de la relevancia social que estas competiciones revistieron en la época, por navidades de ese mismo año, con objeto de la inauguración de un hotel de lujo, el Hotel Casanovas –hoy reconvertido y reformado en colegio, en lo alto de la calle Cartagena, junto a la Ronda del Guinardó– se celebró una carrera que se disputó por el Paseo San Juan y la Calle Industria, con final en la Plaza Tetuán. Y después, se acabó con una comida en el Hotel Casanovas, al que se llegó subiendo la empinada aunque recta calle Cartagena, que constituye el lateral del Hospital de Sant Pau. En esta prueba, con seis coches, según informó La Vanguardia, Stehal se tomó la revancha.

Al parecer, las carreras en el Parque se repitieron en varias ocasiones, aunque hay pocos detalles. La última que conocemos se disputó el 13 de abril de 1904 –aunque para mayo estaba convocada una de monociclos– y en ella, Abadal se hizo con la victoria con diferencia. Gracias a su potente Clement –marca de la que era representante en Barcelona– de 16 caballos de potencia, batió el récord con un 3’56», a un promedio para entonces escalofriante, más de 53 kilómetros/hora. Superó claramente al Sr. Bosch que, con un Clement idéntico, invirtió 4’27» y tercero fue el señor Baixas, con un Panhard de 14 caballos de potencia.

Como anécdota, esta carrera fue contrarreloj. El trazado seleccionado tenía muchos ángulos rectos en una alameda y era muy estrecho, con lo que de esta forma se quiso evitar percances. Otra curiosidad: la carrera se celebró un miércoles: el día elegido había sido el domingo 10 de abril, pero se suspendieron todos los actos por el fallecimiento de Isabel II en París, mientras su nieto, Alfonso XIII estaba de visita oficial en la Ciudad Condal. La Vanguardia se hizo eco de la noticia.

Por cierto, que esta velocidad asustó a los responsables de la primera revista de automóvil española, El Automovilismo Ilustrado, nacida hace 120 años, en 1899. En su número del 30 de abril de 1904 avisan del crecimiento desmesurado de las prestaciones; si en 1899 Camille Jenatzy superó por vez primera los 100 kilómetros/hora, la revista afirma que en la París-Burdeos  de 1903 se superaron ya los 140 kilómtetros/hora y que en 1904 «se ha hecho la locura de correr a razón de 170 kilómetros/hora… y aún no hemos llegado al máximo. De los tres elementos que permiten correr a estas extraordinarias velocidades, que son el motor, el carruaje y el conductor, los dos primeros aún pueden mejorar su resistencia y su fuerza, pero el límite máximo o cercano al máximo del hombre depende de la sangre fría para exponerse al riesgo de perder la vida a 170 kilómetros/hora, preciso es creer que se trata de un individuo completamente excepcional y tal cual apenas se concibe su existencia».

Decimos que la de 1904 posiblemente fue la última porque al año siguiente el Men’s Club Sports organizó una mucho más dura y representativa, una gran carrera entre Gavá, Terrassa y Barcelona, que fue considerada como la primera competición regulada, además de otra gran cita urbana en Barcelona, también en 1905, la carrera del ‘Kilómetro Lanzado’ que se disputó el día de San Juan en la Gran Vía, entre las calles Entenza y Muntaner y que ganó J. Jaume sobre un Charron de 17 caballos de potencia, que completó la distancia en 51’4»… pero Francisco S. Abadal, no contento, repitió el intento cinco días después, para lograr un promedio de 78 kilómetros/hora.

 

Artículo de Raymond Blancafort

Fotos y texto de Soymotor: https://soymotor.com/blogs/rblancafort/hace-120-anos-se-celebro-en-barcelona-la-primera-carrera-en-circuito